miércoles, 16 de marzo de 2011

Tiempo.

tic.... tac.... tic........ tac.......... tic............ tac.............. tic................. TAC.

Nosotros, bueno, más bien tú y yo, estamos como... como al borde de un precipicio, o de una cascada. Somos como una gráfica que decrece en picado. Como un reloj de arena que está a punto de dejar caer su último grano. Como una hoja que se marchita en otoño y cae al suelo. Como un atardecer, cuando el sol comienza a desaparecer. Como una ola cuando se dispone a romper en la orilla. Como un Dondiego de noche que cierra sus pétalos en pleno amanecer. Como un cirio que se consume en la mano de un nazareno.

Da igual la definición que se nos atribuya a ti y a mí, simplemente queda cada vez menos tiempo para que todo acabe. Todo lo malo, y también todo lo bueno.

lunes, 7 de marzo de 2011

Un giro de 360º


Ella está en Tuenti, usando el ordenador de él. Él quiere poner música, ella no le deja. Él intenta ponerla a la fuerza mediante el touchpad, pero ella lo impide moviendo el ratón. Quiere llevarle la contraria, están jugando como si fuesen niños de 5 años. Ella no para de reírse, provocándole, él se altera y le propina una colleja. Ella le responde de la misma manera, con lo que comienza una pequeña batalla. La batalla aumenta de nivel, ahora cada golpe es más fuerte. Ella le golpea más fuerte de lo que debería, pues sabe que su contrincante es más fuerte que ella. Se olvidan del amor que sienten el uno por el otro, los dos son muy orgullosos. El puño cerrado de él colisiona con fuerza diversas veces contra el muslo de ella, que está tumbada en la cama. A ella le duele, pero no piensa detenerse, y se defiende propinándole patadas al torso de él. El puño de él vuelve a colisionar contra el muslo de ella, pero esta vez se ha pasado. Ella le propina un último golpe, pero él no continúa....
Sin esperar su permiso, él se coloca encima de ella con violencia, mirándola a los ojos. Una sensación extraña fluye por el cuerpo de ella, que está sofocada debido a la batalla anterior. Automáticamente, sus bocas se fusionan con brusquedad, sus labios intentan atraparse mutuamente, sus lenguas intentan entrelazarse. Ella le desea y él la desea, el combate ha despertado en ellos la lujuria. Ella se coloca encima de él ferozmente, le quita el cinturón, y le baja la cremallera del pantalón. Él hace de sus manos el instrumento ideal para hurgar el cuerpo de ella, y le baja los pantalones. Ella le quita la camiseta a él y se quita su propia camiseta, que disfrute de las vistas. Por fin, él entra en ella. Ambos gozan, pues se dirigen perversas sonrisas, mientras se mueven como fieras. Una especie de calambre irresistible brota del interior de ella, sí, un picor placentero, algo indescriptible. Ahora le toca a él. Están más juntos que nunca, son un único alma, no hay nada entre ellos, y cuando él termine, seguirán estando de la misma manera. Es arriesgado, también es fascinante. Por lo menos, a mí me fascina.

El sueño de un hombre.

Nos imaginé a los dos, tirados en un bosque, bajo la sombra de enormes copas de árboles por las cuales penetraban finísimos rayos de sol que se reflejaban en su melena de leona. Sólo así conseguí quedarme dormido, aunque para mi desgracia, seguí fantaseando inconscientemente.
Llevé mi mano a su largo pelo rubio, pero antes de poder tocarlo aparté la mano rápidamente, pues irradiaba un calor tan intenso como el fuego. Su piel tenía una blancura exquisita, y sus pómulos tenían un tono ligeramente rosado. A simple vista, su tacto era como el de un melocotón, y no existía imperfección alguna en su rostro, ni acné, ni ojeras, ni arrugas, como si hubiese sido retocado por un diseñador gráfico. Sus labios eran finos, delicados, y me pedían a gritos que los devorase, pero la dueña no me lo permitiría. Sus ojos... sus ojos eran como pequeños cristales, y detrás de ellos se encontraban las aguas de las playas de Polinesia.
Tenía el deseo de tocarla y de darle calor, pues estábamos en pleno invierno y solo llevaba puesto un fino vestido rojo, de tirantes, muy corto, escotado, con la espalda al aire y con algunos encajes y transparencias, pero cuando me acercaba para envolverla entre mis brazos notaba una abrasadora radiación que me hacía apartarme involuntariamente. Tenía unos pálidos hombros muy sensuales, aunque se había colocado el pelo rizado sobre uno de ellos. Su espalda parecía ser de porcelana, y sus piernas parecían frágiles como esculturas de cristal.
No podía tocarla, pero necesitaba hacerlo.




Rabia.


Su cuerpo, tan suave, tan ardiente, tan mío. Soy egoísta, le quiero para mí, no le comparto.
Pero no entiendo que él siente por mí lo mismo que yo por él. Por tanto, él también es egoísta, me quiere para él, y no me piensa compartir. Me prohibe, me exige, y yo le obedezco aunque él diga que no lo hago y que hago lo que me da la gana. Si hiciera lo que me diese la gana, no derramaría lágrimas.
Lágrimas de rabia.

domingo, 6 de marzo de 2011

Mentes.

Nunca se termina de conocer a una persona.
Si alguien pudiera tener todas las mentes humanas en la palma de su mano, sería dueño del mayor tesoro jamás descubierto, el más inteligente, bello y peligroso de todos. A medida que la mente de una persona va recibiendo información, ésta es conservada y utilizada para fortalecer su razón y crear seguridad en sí misma. La razón crece según las experiencias vividas, desde que una persona comienza a existir, hasta que su hilo de vida desaparece para siempre. Una mente esconde millones de recuerdos, millones de imágenes nítidas o borrosas, de sonidos claros o distorsionados, de palabras adorables o dolorosas, de secretos insospechados, de infinitos sentimientos, y lo mejor de todo es que absolutamente nadie puede penetrar en ella. ¿Por qué es peligrosa? Porque todas, hasta la de la persona más inocente y pura, tienen el don del engaño. Son tan infinitamente complejas como un laberinto cuya salida es la misma entrada, ya que puedes conocer la entrada y salir directamente, pero si realmente alguien está interesado en conocer su interior, se arriesgará a perderse. Según las experiencias que haya vivido una persona, en su mente se almacenará un tipo de información u otro, que la hará ser como es. A primera vista, una persona puede parecerte la peor y más desagradable de todas, y al conocerla te das cuenta de que es la única que te hace feliz tan solo con estar a tu lado, o puede ser que hayas encontrado al príncipe o princesa de tus sueños, y realmente sea la persona que destruya tu vida con sus propias manos.
Nunca se termina de conocer a una persona. Todos llevamos puesta una máscara.